La cuestión ambiental, pensada como cuestión social
5 de Junio día mundial del ambiente
Son 47 años que nos separan de aquel 5 de junio de 1972 en el cual expertes reunidos en Estocolmo alertaban sobre los “límites del crecimiento” y el impacto del “ser humano” en el medio ambiente. Debates y discusiones casi encerrados en lo científico y demandas sociales centralizadas en la Europa de los 70, fueron en alguna medida el origen de ese 5 de junio.
De este lado de los océanos, las luchas sociales tenían un eje en común, la liberación económica y política regadas con sangre y acalladas por las dictaduras mas sangrientas. Con democracias casi siempre frágiles, la discusión de lo ambiental fue tomando cuerpo y visibilización, acompañadas por demandas y luchas sociales casi permanentes. Los estados comenzaron a institucionalizar en sus marcos jurídicos normativas ambientales, incluso en sus constituciones los derechos de tercera generación incluyeron el derecho a un ambiente sano.
Sin embargo hoy, y en particular nuestro país, lejos esta ese derecho de ser garantizado de forma permanente e igualitaria para toda la sociedad. Las constantes movilizaciones, demandas y luchas por la defensa de los bienes comunes en distintos espacios de la geografía nacional es una muestra de ello. En nuestra provincia, la defensa del bosque nativo, del uso y acceso a cursos de agua, los debates relacionados a los ordenamientos territoriales, las luchas en torno al uso del suelo, el uso de agrotóxicos o la radicación de industrias son un ejemplo de la complejización de los ejercicios de los derechos relacionados al tema ambiental.
A diferencia de aquellas primeras discusiones de hace 47 años, ya no se habla del impacto del ser humano en el medio ambiente, como si este fuera algo externalizado a él. Hoy hablamos que las personas, las comunidades humanas son parte de la naturaleza y construyen el ambiente en una relación mediada por percepciones y marcos culturales, donde la economía, los modelos de desarrollo y el poder son constitutivos de esas tramas. El ambiente es un espacio relacional en el cual el derecho a la participación en la toma de decisiones, a la información pública, a la defensa de los bienes comunes son derechos sin los cuales un ambiente sano es una entelequia vacía de contenido.
Desde aquella reunión en Estocolmo, la ecología como ciencia fue perdiendo hegemonía disciplinar para la definición y estudio del ambiente el cual se fue complejizando en la medida que los saberes y las formas de apropiación de la naturaleza se hicieron evidentes (Leff,2006). Pero es necesario destacar que esa visibilización fue posible por las luchas sociales y las disputas, que se fueron dando y se dan en el espacio público. Disputas que también se dan y es necesario seguir dando en los distintos espacios académicos.
Sin embargo en este contexto de pandemia mundial y aislamiento social como herramienta para enfrentarla, ciertas estrategias comunicacionales vuelven a traer al ser humano como un agente externo a la naturaleza.
Muchas imágenes de especies de animales, llenos de felicidad, ocupando espacios urbanos, rutas, ríos, lagos o también imágenes bucólicas de cielos límpidos y azules intentan reforzar la idea de que el problema es el ser humano como tal, como si el ambiente fuera igual a naturaleza y que el ser humano sobrara, o fuera un mero agente perturbador de la vida. En esta línea comunicacional los modelos de desarrollo parecen no formar parte del ambiente, es llamativo que cuando se muestran especies de animales reconquistando espacios públicos no se mencione los modelos de desarrollo que destruyen hábitats de innumerables especies y expulsan a miles de campesinos y comunidades originarias que históricamente forman parte de ellos o impactan negativamente en comunidades urbanas y semiurbanas. El ambiente es también un espacio de resolución de necesidades, seria fragmentaria y muy acotada una mirada donde las personas no hagan uso de la naturaleza para sus estrategias de vida, más allá de donde estén geográficamente ubicadas.
El ambiente nos es romanticismo, es un entramado de poder y formas de apropiación y uso de los bienes comunes donde las matrices de conocimiento y significados son parte del mismo.
Se vuelve fundamental entonces en este contexto repensar algunos espacios y debates vinculados intrínsecamente a nuestra práctica profesional y cómo están siendo reconfigurados en este momento. La cuestión ambiental, pensada como cuestión social implica pensarlo en términos de derecho, donde el Trabajo Social tiene herramientas conceptuales y definiciones éticas de intervención que es necesario ponerlas en acción.
El espacio público, parece haber sido reducido en estos días a un itinerario de circulación, a un mero transitar individualizado e individualizante, cuando en realidad se trata de un derecho que hemos luchado y ganado y que debemos sostener para poder ejercer nuestra ciudadanía. El ambiente es y ha sido la posibilidad concreta de encuentro para la organización ciudadana, para la demanda y para la resolución colectiva de necesidades.
En estos días donde se habla de volver a la normalidad, deberíamos preguntarnos, en términos de ambiente: qué significa volver a la normalidad ¿Volver a una concepción bucólica y romántica de ambiente de zorros, pumas, cóndores deambulando felices por el espacio urbano o rural? ¿Volver a una concepción de naturaleza escindida de las personas y sociedades? ¿Volver a la expoliación de los bienes comunes, extractivismo mediante? ¿Volver a los desmontes y destrucción de cuencas hídricas? ¿Volver a la expulsión de comunidades campesinas a manos del agronegocio? ¿Volver a los cambios de usos del suelo sin la consulta y participación ciudadana?
Es importante recordar que la normalidad en la cuestión ambiental, particularmente en la provincia de Córdoba está marcada por los conflictos y luchas sociales en forma casi permanente como así también por el debate relacionado a la elaboración de las políticas públicas ambientales, donde la lucha por el derecho colectivo a decidir sobre el territorio es un eje articulador. Hoy las organizaciones sociales y ciudadanía en general, establecen, desde sus diversas racionalidades, saberes, percepciones y alianzas estratégicas, agendas públicas en materia ambiental que algunas veces se transforman en normativas pero otras veces, la mayor de ellas quizás, reciben la oposición, la indiferencia y hasta la represión por parte del estado y poderes económicos.
El primer paso para volver a la normalidad en lo ambiental, seria en todo caso cuestionarla, debatirla, irrumpirla, desnaturalizarla de asignaciones y conceptos que la vuelven intocable, inmaculada…natural. El ejercicio disciplinar del Trabajo Social tiene un rol fundamental en ello y la cuestión ambiental es un espacio de intervención en el cual como profesionales, no deberíamos estar ausentes.